Al séptimo día,
llegó para quedarse
y un cielo gris se abrió ante él.
Como un hombre consagrado,
se arrodilla sin vergüenza para rezar,
clamando el nombre de ella.
Christina sangra.
La caricia de la cuerda tan, oh, apretada.
El peor desprecio es el amor
de un hombre ahorcado.
Christina sangra.
La cuerda tan apretada, tan jodidamente apretada.
Su frágil tacto fue lo último
que él sintió.
Y Christina sangra.
Mientras la noche se arrastra,
ella siente la pérdida
con el sollozo del viento,
la promesa grabada en la cruz.
Al malvado anochecer,
desaparece en la lujuria,
en el amor perdido que la abrasa.
Christina sangra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario