Poesía nocturna;
vestida de la más nívea plata, me sonreías.
Cada noche espero a mi dulce Selene.
Pero aún...
La soledad cubre mi piel,
una vida atada a las cadenas de la realidad.
¿Me dejarías ser tu Endimión?
Me bañaría en tu luz y dormiría en paz,
encantado por tu beso en mi sueño eterno.
Pero, hasta que estemos juntos,
vivo por esa noche,
espero el momento,
dos almas entrelazadas.
Cuando vuelve a amanecer,
mi esperanza se acaba.
Las sombras, ellas desaparecerán,
pero yo siempre estoy en la oscuridad.
Sin ti...
Sereno y silencioso cielo,
rayos de luna que bailan con la marea:
una vista perfecta, un mundo divino.
Y yo...
El más solo niño vivo,
siempre esperando, buscando mi rima.
Sigo solo en lo muerto de la noche.
Silencioso, duermo con una sonrisa en la cara,
el aspecto engaña y el silencio traiciona.
Mientras espero el momento,
mi sueño cobra vida,
siempre fuera de la vista,
pero nunca de la mente.
Y, bajo la luna menguante,
sigo deseando que llegues,
solos contra la luz
la soledad y yo.
Al final, me salva mi sueño.
Al final, no hay alma dispuesta a sangrar por mí.
Escondido de la luz del día, me encerré en mi cueva.
Atrapado en un sueño que se va volviendo una pesadilla,
donde estoy solo.
La vida es venial cuando no eres más que un sueño.
El libro sigue abierto, las páginas tan vacías para mí...
Me aferro a una esperanza que empieza a desaparecer,
tratando de romper esta desolación que odio.
Pero, hasta que estemos juntos,
vivo por esa noche,
espero el momento,
dos almas entrelazadas.
Cuando vuelve a amanecer,
mi esperanza se acaba.
Nunca nos encontraremos,
sólo la miseria y yo.
Ésta es mi última llamada,
mi fin.
Ahogándome en el tiempo,
me convierto en la noche.
A la luz de un nuevo día,
desapareceré.
La realidad me hiere.
¿Sangrarías conmigo?
Mi Selene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario