En la profunda oscuridad,
se escuchan las risas de los niños que juegan.
Un enjambre de efímeras* se eleva y desaparece,
junto con el dolor.
Los muchos sonidos de la ciudad cantan,
las flores se esparcen y caen,
junto con el sufrimiento del alma,
abrazando el cadáver.
Tranquilamente, tu figura
sigue dormida, envuelta en un aura de fugacidad,
produciéndome nostalgia.
Infinitas veces, con una voz que ahora se apaga,
grité tu nombre.
Emocionado por las lágrimas
de las almas que embrujan
estas calles quemadas
por encima de las hojas
que reclaman el fin del verano sin ti,
lloro;
nunca más volveré a separarme de ti.
Me abracé al ángel sin cara, sollozando.
Hay otro yo.
Lejos, muy lejos,
tú, que desapareciste
antes de que me diera cuenta,
estás demasiado triste.
Infinitas veces, con una voz que ahora se apaga,
grité tu nombre.
Llorando ante los recuerdos recuperados,
si cierro los ojos,
nos veo a los dos sonriendo
y te beso suavemente.
En silencio, observándome,
tu imagen ahora me atormenta.
Infinitas veces, con una voz que ahora se apaga,
lloré.
Adiós a ti, que, silenciosa,
duermes envuelta en un aura fugaz.
Sigues siendo demasiado importante para mí.
Infinitas veces, con una voz que ahora se apaga,
grité tu nombre.
*Las efímeras o cachipollas son un insecto que habita en zonas húmedas. Son de color castaño y viven un sólo día.
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