"¿Puedes oírme?".
La campana del dolor resuena
y las coníferas de hierro crujen.
Haz tu voto al Señor.
En la deslumbrante tarde,
escuchas la voz de una joven.
Como pidiendo un milagro,
ella aparta la mirada de la debilidad.
Mientras el sol que se ahoga
deja de brillar sobre ella,
se aferra a la bandera
con sus pequeñas manos blancas.
"Entonces comprendo
que al final de este voto
se encuentra la luz que buscaba.
Creo en mí;
me abriré camino entre las rosas
y haré que los lirios florezcan".
"¿Por qué me has elegido?".
Su voz cansada se apaga,
pero ella sigue adelante.
Por fin ha hecho su servicio,
pero al final del voto,
simplemente se desmorona.
Aunque te muerda los labios
en busca de tu hogar,
el paisaje oscuro va quedando atrás
y ya no puedo escuchar tus gritos.
"¿Qué queda de mí?
Al final del juicio
seguramente veré la luz que buscaba.
Creo en ti, abro mis oídos
y creo en la salvación".
Diste por sentada... ah...
la absurda respuesta.
Derriba el muro y di: "Quiero seguir viviendo,
¡quiero vivir!"
¿Por qué no lo haces?
Dime por qué,
dime por qué,
dime por qué,
dime tus mentiras.
Me doy cuenta,
pero sigo llamándote.
Creo en mí;
dejaré que el fuego me abrace
y haré que los lirios florezcan.
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