No es fácil decir
que casi nunca me reconozco,
que estos zapatos y este delantal,
ese lugar y sus patrones
me han costado más de lo que les he dado.
No es fácil saber
que ya no me parezco en nada a quien era,
aunque es verdad que jamás fui el centro de atención.
Todavía recuerdo a aquella chica.
Es imperfecta, pero lo intenta.
Es buena, pero miente.
Es dura consigo misma.
Está rota y nunca pide ayuda.
Es un desastre, pero es bondadosa.
Se siente sola casi todo el tiempo.
Es una mezcla de todo esto
horneada en un bello pastel.
La he perdido, pero era mía.
Nunca pedí esto,
a veces la vida entra por la puerta trasera
y modela a una persona y te hace creer
que es de verdad.
Y ahora te tengo a ti
y nunca te pedí.
Honestamente, sé que lo devolvería todo
por la oportunidad de volver a empezar
y reescribir uno o dos finales
para la chica que conocí.
Que era inquieta, en su justa medida.
Que sufría, pero aprendía a endurecerse
cada vez que la hería y utilizaba
un hombre incapaz de amar.
Pero entonces se quedó paralizada
y asustada de la vida dentro de ella
que crecía día a día
hasta que al fin le recordó
que luchara sólo un poco
por recuperar el fuego en su mirada
que he perdido, pero era mío.
Es un desastre, pero es bondadosa.
Se siente sola casi todo el tiempo.
Es una mezcla de todo esto
horneada en un bello pastel.
La he perdido, pero era mía.
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