Todavía soy capaz de oler
aquel olor suave.
Las palabras calcinadas
resuenan en mi oído y lo empapan todo.
He tomado una decisión.
Hoy no puedo ver la luna llena,
las nubes la han matado.
Como siempre, me siento solo a la mesa,
cuchara y tenedor colocados,
servilleta al cuello;
la sopa se ha enfriado en el cuenco blanco.
El silencio me permite oír los latidos de mi corazón
y el ruido amortiguado de los vecinos.
Dejo que el agotamiento se adueñe de mí
y me tumbo en el suelo.
Lo que veo desde aquí abajo
me resulta inesperadamente nuevo
y busco con las manos la suciedad.
Por primera vez, me siento uno.
Sólo quiero dormirme así.
¿Cuándo le saldrán alas
a ese grano de arroz?
Tengo las manos a mi espalda, buscando.
¿Por qué no puedo volar?
Me busco a mí mismo.
¿Por qué no me responde nadie?
¿Por qué? ¿Por qué?
Te vas desdoblando en varios...
Debajo del sofá ha aparecido
el cuchillo de plata que estaba buscando.
Vuelvo a sentarme en la silla
y me llevo la carne a la boca.
Me lleno la boca del arroz que debería saber bien
y busco las alas.
*Kyo parece relacionar de alguna manera el grano de arroz con un gusano al que deben crecerle alas. Belcebú es el demonio considerado señor de las moscas.
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