Hazme pedazos y disfruta de la vista
de tu nombre en la pantalla:
vanidad verbal.
Remueves las palabras empapadas en basura,
tu lengua es el agua aceitosa
bajo mi puente.
Tienes el mundo, es todo para ti.
Espero que encuentres lo que has perdido.
Doy las gracias por el dolor,
demuestra que estamos vivos:
¿puedes sentirlo?
No puedo hacer que quieras la verdad,
es cosa tuya.
Tu esperanza es vana,
tu esperanza es vana.
Que los cerdos me devoren
en tus fantasías;
tu mar ruge las elegías más amargas.
Como cuando Narciso sobornaba al arroyo*,
tu voz está vacía:
un tejado sobre las ruinas.
¡Basta! La vida es ahora,
sigue estando a tu disposición.
Abandona el odio, abandona el humo;
veo el pergamino de tu alma,
las notas, la canción:
une tu voz.
Puedo darte el mundo,
es todo para ti.
Tu esperanza es vana,
tu esperanza es vana.
*En la mitología clásica, Narciso es castigado por rechazar a cuantos se enamoraban de él (Ameinias, Eco... depende de la versión) y se le hace experimentar el amor imposible: contempla su rostro reflejado en un estanque y se enamora perdidamente, intentando seducirse a sí mismo. Al darse cuenta de su error, se suicida arrojándose al agua.
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