Ya no puedo salir del laberinto.
Uno, dos, tres.
Realidad y pesadillas, noches que se entrecruzan.
Los recuerdos enterrados se expanden
por mi lengua endurecida,
se pegan a mi mente y me atan al sueño:
huellas de días pasados, en una época cruel.
Las cosas que tú quieres
son incomprensibles para mí.
Todavía me asusta esa sensación
de intranquilidad a mi espalda.
Brindo por las noches rotas.
Los sueños conllevan depresión:
es algo que recuerdo siempre que rezo por olvidar.
Pero, ante esa sombra que nunca desaparece,
sí, cierro los ojos.
Dios, ¿es esto una señal?
Dime cuál es mi crimen,
¿es mi destino sufrir?
Nadie te ha invitado.
Un, dos, tres.
Avaricia y cortejos, trauma emocional.
Realidad y pesadillas, no puedo escapar;
se pegan a mi mente y me atan al sueño:
huellas de días pasados
que se distorsionan en esta época cruel.
Las cosas que tú quieres
son incomprensibles para mí.
Todavía me asusta esa sensación
de intranquilidad a mi espalda.
Brindo por las noches rotas.
Hay tantos recuerdos dolorosos
que podrían cubrirme por completo.
Puedo apartar la mirada, pero no hacerlos desaparecer
porque en ese sueño infinito
me veo a mí mismo.
Estos sueños repetitivos no me abandonan.
Es una pesadilla y una mentira.
Aunque muera,
no cambiaré el destino.
Que jodan al porqué,
piérdete.
Ya no puedo salir del laberinto.
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