Tu corazón es eterno,
como una abeja en un trozo de ámbar*.
Las distantes palabras que expresa tu mirada
son gotas de sangre en la corriente de miel.
Los recuerdos de esos días
y esas ocasiones en que un momento se vuelve eternidad.
Caído.
Las olas no se hacen eco de los tambores.
Hundido.
El mensaje real se perdió hace mucho.
Caído.
Ha caído el mensajero.
Hundido
el barco de roble.
El moho y la turba escarchados de muerte
devoran castillos y banderas.
Las ciénagas se tragan tesoros
y amanece la Era del Musgo.
El puente se desploma,
devora castillos y banderas.
Se vienen abajo estructuras,
las carreteras quedan ahogadas
y amanece la Era del Musgo.
Fragmentos flotantes
que buscan su forma,
cascos de vidrio que se hunden hasta el fondo.
La riqueza y el conocimiento,
enterrados por el lodo;
la espada mágica cubierta de arena.
Caído.
Las olas no se hacen eco de los tambores.
Hundido.
El mensaje real se perdió hace mucho.
Caído.
Ha caído el mensajero.
Hundido
el barco de roble.
El moho y la turba escarchados de muerte
devoran castillos y banderas.
Las ciénagas se tragan tesoros
y amanece la Era del Musgo.
El puente se desploma,
devora castillos y banderas.
Se vienen abajo estructuras,
las carreteras quedan ahogadas
y amanece la Era del Musgo.
Si, de casualidad, un mejillón
o una nutria juguetona
arrastraran un trozo de cristal a la superficie,
tal vez alguien algún día
encontraría el ámbar y lo alzaría hacia el sol.
Tu corazón es eterno,
como una abeja en un trozo de ámbar.
Las distantes palabras que expresa tu mirada
son gotas de sangre en la corriente de miel.
Los recuerdos de esos días
y esas ocasiones en que un momento se vuelve eternidad.
El moho y la turba escarchados de muerte
devoran castillos y banderas.
Las ciénagas se tragan tesoros
y amanece la Era del Musgo.
El puente se desploma,
devora castillos y banderas.
Se vienen abajo estructuras,
las carreteras quedan ahogadas
y amanece la Era del Musgo.
Las ciénagas se tragan tesoros.
El moho y la turba escarchados de muerte.
El puente se desploma.
*El mar Báltico, que baña las costas de Finlandia (el país del que procede Amorphis) es uno de los mayores yacimientos de ámbar del planeta. El fósil más antiguo que existe de una abeja apareció, precisamente, atrapado dentro de un trozo de ámbar, en Birmania.
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