Cuando echo la vista atrás,
nos veo agarrados,
tus botas negras
caminando apresuradas junto a las mías.
Perseguíamos el trueno
en mitad de la tormenta,
salvajes, huyendo de las normas.
Y lo conseguimos,
los dos a contracorriente.
Sal, sal de donde estés.
Sé que estás ahí, sé que lo estás.
Nos llamaban locos por no encajar,
pero nunca nos planteamos
adaptarnos a sus modas.
No nos importaba no estar en la lista,
éramos inadaptados, éramos inadaptados.
Nos quedábamos despiertos toda la noche,
bebíamos más de lo saludable,
nos colocábamos sin control.
Cuando el sol salía,
te veía reír,
te veía llorar.
El mundo encuentra la forma de destrozarte,
te ata a la superficie,
te pinta como un payaso.
Pero aquí estoy,
día tras día, año tras año.
Sal, sal de donde estés.
Sé que estás ahí, sé que lo estás.
Nos llamaban locos por no encajar,
pero nunca nos planteamos
adaptarnos a sus modas.
No nos importaba no estar en la lista,
éramos inadaptados, éramos inadaptados.
Y, después de todo,
jamás seguimos las reglas:
rompimos el molde
y encontramos nuestra propia versión de lo genial.
No nos importaba no estar en la lista,
éramos inadaptados, éramos inadaptados.
No nos esperes,
no nos esperes,
no nos esperes.
Hace mucho que nos hemos ido.
Nos llamaban locos por no encajar,
pero nunca nos planteamos
adaptarnos a sus modas.
No nos importaba no estar en la lista,
éramos inadaptados, éramos inadaptados.
Y, después de todo,
jamás seguimos las reglas:
rompimos el molde
y encontramos nuestra propia versión de lo genial.
No nos importaba no estar en la lista,
éramos inadaptados, éramos inadaptados.
No nos esperes,
no nos esperes,
no nos esperes.
Hace mucho que nos hemos ido.
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